→
¿Qué opinión te merece la
poesía actual?
Vamos
a ver. Yo he sido un lector de poesía, como de prosa, como de todo,
infinito, pero con los años normalmente van variando los gustos. En
estos momentos yo leo muy poca poesía, por aburrimiento. Cuando
tengo mono de poesía me voy casi siempre a los mismos. Yo leo en
tres o cuatro idiomas, pero ninguno de ellos me da tanto como mi
propia lengua. En el momento en que tengo mono de poesía me voy a
mis grandes clásicos (y contemporáneos), es decir, al siglo XVI y
XVII español y a los grandes poetas latinoamericanos, que
fundamentalmente son del siglo XX. La gran poesía en español es del
siglo XX. Sabéis perfectamente que el siglo XIX en España -salvo
alguna excepción- es un erial. En el XVIII ya no había ningún
poeta, y en el XIX están Bécquer en Castilla, Rosalía en Galicia y
Maragall en Cataluña. Vamos, una pobreza infinita. Nosotros tenemos
el gran hándicap -aparte de otros históricos- de no tener una gran
literatura en esos siglos, que es cuando la tuvo Europa. Dicho esto,
que es como yo veo la historia, cuando tengo mono de poesía me voy a
mis buenas ediciones de los clásicos.
Naturalmente, no soy tan pedante ni tan
pedorro como para no leer a mis contemporáneos. Sí los leo, pero
naturalmente tengo dificultades visuales y cansancio, así que voy
seleccionando. Los nuevos poetas los busco a través de antologías y
de libros que me mandan. Si un poeta me manda un libro, por lo menos
lo hojeo. En algunas ocasiones les contesto. Leerlos, no tanto.
→ En esa línea, ¿cómo marcó su
carrera el hecho de que le incluyeran en la antología de los
novísimos?
Primero,
en el años '70 la poesía tenía otros componentes. No muchos, no
muy variados, pero sí considerablemente distintos a los actuales.
Todavía entonces se funcionaba por grandes antologías. Todo el
siglo XX está lleno de las antologías que hizo Onís, las que hizo
Ruano, Enrique Azcoaga, la Antología
consultada, la primera
de Castellet, en fin, la mar en coche, ¿no? Funcionaba por grupos y
por oleadas. La última avanzada, entonces, lo que hacía era renegar
totalmente de lo anterior. Esta dinámica atravesó el siglo XX hasta
mi generación. Esto era un cuartel repulsivo y Castellet era el
único tío que tenía audiencia, tanto aquí como en Europa. Conocía
a todos los editores de poesía y no-poesía en Francia, en Alemania,
en Italia... Cuando Castellet, Barral y Gil de Biedma llegaban a
Italia, los italianos, que eran gente de izquierda igual que ellos,
los adoraban, les invitaban a comer, a cenar y a copas. Tenían una
mala conciencia porque los españoles estábamos metidos en el
franquismo.
Entonces Castellet, que en este momento
tendría menos de 40 años, trató de hacer una primera antología en
los '60. Fallida, como él ha reconocido varias veces, porque excluyó
a Juan Ramón Jiménez pensando que la poesía simbolista no
interesaba en aquellos tiempos. Yo creo que en aquellos tiempos la
política era algo fundamental. De todas formas, la antología fue un
campanazo; recogía 20 años de poesía española de tendencia más
bien comprometida contra la dictadura, pero evitando -error garrafal-
recoger en ella al que para mí es -junto a Machado- el mejor poeta
español del siglo XX.
→ Ahora que has mencionado el
compromiso: ¿crees que hoy en día hay una necesidad de poesía
comprometida?
A
ver, yo creo que la poesía estuvo comprometida siempre, para bien y
para mal. Lo que ocurre es que entre la poesía comprometida -y este
término no me gusta nada- había una poesía que era oblicua; tenía
grandes capacidades retóricas para meter un mensaje -otra palabra
horrible- o al menos una opinión del mundo. Y había otra que era
una pura reproducción de panfletos propagandísticos (perfectamente
legítimos, pero que no era poesía sino montones de poetas jóvenes).
Incluso yo llegué a escribir puro panfletismo, aunque felizmente me
perdieron mi primer libro. Los poetas que más admirábamos en ese
entonces eran Gabriel Celaya y Blas de Otero, de los cuales llegué a
ser amigo. Mucho antes de eso, en el año 56, cuando yo era un
jovencito que llegaba a Murcia a estudiar (ya ha llovido y se ha
secado el barro) y me reunía -por olfato, como siempre- con otros
tres o cuatro inquietorros curiosones de la literatura y de la
cultura y de la poesía en particular, cuando podíamos conseguir un
libro al que era difícil acceder nos arrodillábamos. Por culpa de
la censura, los libros se publicaban en México o en Buenos Aires y
aquí eran carísimos. A alguien le compraba su abuela un librito de
Blas de Otero o de Gabriel Celaya y circulaba entre nosotros.
Realmente, en aquel mundo angustioso y cerrado leer poesía contra la
situación en la que estábamos era la felicidad. Ése es el clima en
que yo me eduqué y me empecé a interesar por la poesía.
→ Entonces, ¿cómo ha cambiado tu
visión de la poesía desde que tenías 20 años hasta hoy?
Bueno,
ha cambiado porque entonces, como para todo idealista, Bondad,
Belleza y Verdad -en el sentido platónico- eran indistinguibles.
Bebíamos de las poéticas de Shelley, Hölderlin y los genios del
romanticismo italiano, inglés y alemán. Nos interesaba lo que era
bueno, bello y verdadero. A los dieciséis años no podíamos admitir
que hubiese un poeta que fuese un criminal y un genio. No nos cabía
en la cabeza. Esto configuraba un pensamiento rígido, y no sólo en
la poesía.
→ Me he quedado sobre todo con lo de
“el sentido platónico”... ¿qué opinión le merece el griego
clásico?
Yo
tuve suerte, porque hubo una gran profesora en bachiller con la que
estudié tres años de griego en mi instituto de Albacete. Ella hizo
lo que pudo, pero por supuesto a mí ya se me ha olvidado todo lo que
me enseñó.
Yo creo que lo primero que habría que
hacer es reimplantar absolutamente las tradiciones clásicas: el
latín y el griego lo primero. Si yo fuera un ministro y no la mierda
esa que se llama Wert <sic> lo primero de todo para alguien que
quisiera cursar humanidades, latín y griego obligatorios. Javier
Solana, por ejemplo, el ministro aquel de hace treinta años, llegó
a los Estados Unidos. Él era muy pronorteamericano, pero el desastre
cultural de los Estados Unidos es absoluto salvo 3 o 4 figuras,
porque allí realmente lo que importa es lo técnico y lo funcional.
Y eso es lo que le gustaba a Solana. Así que mandó a la mierda el
latín y el griego, que fueron la base de toda Europa durante cinco
siglos. Los mandó a la mierda. Y así están las situaciones como
están. Si no entramos en el latín y el griego clásicos como base
de sustentación no hay nada que hacer.
→ Hay unos versos suyos que nos
gustaron y nos parecieron curiosos porque aparece en ellos una figura
que nos interesaba.
Era
sosa y vulgar la animadora
un pálido remedo de la reina del vicio
americano
o sea, Rita Hayworth.
¿Qué opinión le merece Rita
Hayworth?
Vamos
a ver. Rita Hayworth para mí, una persona de 74 años... cuando yo
vi Hilda,
esa película absolutamente malévola del mejor cine negro americano
que fue la que la lanzó al estrellato mundial como un cohete, una
especie de explosivo (por cierto, que coincidió casi con Hiroshima),
aquella pelirroja que es toda sensualidad sale al mundo como imagen
femenina totalmente inédita. Ya había habido rubias, Clara Bow, la
desdichada mujer de Clark Gable, que murió en un accidente o las
divinas suecas (la Greta y la Marlene, tal y cual...). Pero de pronto
sale ésta, que era medio española, y el mundo entero se queda
absolutamente asombrado. Por su sensualidad y porque la película era
profunda y absolutamente amoral, porque al final salen vencedores los
malvados, ella y el gran Glenn Ford, que le da la celebérrima -y
reproducida hasta la angustia- bofetada. Esa película aquí -que
había un control clerical y político absoluto- espera, espera,
espera, espera... la permitieron. Yo no sé qué pasó. Habría
dinero de por medio para los jerarcas franquistas o lo que fuera,
pero se puso. Ahora bien, la iglesia se opuso radicalmente, y eso que
hasta entonces el régimen y ella habían sido indiscernibles. En los
años cuarentaycinco, pasada la locura pronazi -que nunca fue nazi en
realidad- del hijoputa de Franco la unión a muerte es con la
iglesia. Pues se enfrentaron de manera muy seria por esta película,
por Hilda.
Yo la vi con estos ojos en mi pueblo, a aquella Rita Hayworth que,
quitándose los guantes, se desnudaba de manera mejor y mucho más
sutil que en un desnudo entero. Su imagen, en los carteles, recibió
tinteros de tinta, y en los púlpitos de las iglesias se decía: el
que vaya a ver Hilda no tiene perdón de Dios ni de la iglesia ni de
nadie. Era horroroso.
Bueno, Hilda es
una obra maestra del cine en estos momentos. A mí ella me gusta
muchísimo y además me da mucha tristeza porque tuvo una trayectoria
muy jodida y se fundió a través de malos matrimonios,
alcoholismo... ya conocemos la historia.
→ Y viniendo al territorio nacional,
¿qué le parece Carmen Sevilla como la Rita Hayworth española?
No.
Lo que pasa es que era muy bonita de cara, la chiquilla, y muy
graciosa. Carmen Sevilla era graciosa, pero jamás podía llegarle a
Rita Hayworth a la... quizá había una similitud: que eran dos
muñequitas. Es decir, en aquellos años cuarenta el star
system, que es lo que
funcionaba en Hollywood, se copió y hubo un star
system a la española, a
la polaca, a la francesa... y del español Carmen Sevilla quizás fue
la mayor en el plano cancionetista, aunque estaban Lola Flores, que
era otro genio, y muchas otras. Yo me acuerdo de que mi viejo amigo
Terenci Moix -que se vino a vivir a Madrid en el 64 y estaba todo el
día conmigo- era un loco del cine y la literatura acabó haciendo un
libro en el que repasaba a todas las artistas españolas, que se
caracterizaban por ser todas cupletistas, no, mejor, las Grandes de
la Copla. Tampoco eran copleras, ni grandes figuras del flamenco.
Pero
desde luego Carmen Sevilla era importante y con ella vinieron a hacer
películas Jorge Negrete, Luis Mariano... me parece que incluso llegó
a trabajar con Vittorio de Sica o algo parecido. Neorrealismo
rebajado. Pan, amor y
fantasía. Pan, amor y jealouseía. Pan, amor y Andalucía. La
misma fórmula del comandante Carotenuto.
→ Relación de la poesía con Dios.
Que
quede muy claro. Yo soy absoluta y totalmente agnóstico. No, mejor
dicho, ateo. Ahora, no hay cosa que me interese más que lo que
Rainer María Rilke llamaba “lo abierto”. A lo desconocido, a lo
mágico, a lo insólito. Me interesa el fenómeno religioso, pero
aborrezco radicalmente
toda religion establecida, sea monoteísta o politeísta, ya que toda
religión establecida implica una jerarquía, y toda jerarquía es un
crimen. Se llamen protestantes, budistas, adventistas del séptimo
día, hebreos... toda iglesia establecida y jerarquizada es
delincuente. A mí me interesa es el concepto de lo desconocido, lo
abierto. Puedes llamarle Dios o lo que sea. Un día mi hijo pequeño
me dijo: “papá, ¿tú crees en Dios?”, y le contesté: “en
cuál”. Lo terrorífico es que todos los monoteísmos criminales
que hoy en día seguimos sufriendo nos hacen creer esa estupidez
infinita de que hay un solo Dios que además está continuamente
pendiente de cada uno de nosotros. Algo absolutamente espantoso, pero
la gente lo cree. Que hay un señor por ahí, en las altísimas
esferas, que está preocupado de si robas o no robas, de si comes o
no comes, de si trabajas o no trabajas, de si te la meneas o no te la
meneas. La gente lo cree. La
gente lo cree. En este
país si creías en otra cosa te echaban inmediatamente al brasero de
la inquisición. La gente de aquí vota a la derecha, digamos al
partido popular, que para mí no tiene ningún tipo de prerrogativa
frente a la mierda que es el partido socialista. Toda esa gente, que
parece ser más cercana a la iglesia, es profundamente nihilista, no
creen en nada, no creen en Dios, no saben nada de religión. A un
Rajoy o una Esperanza Aguirre o aquellos hijoputas delincuentes les
dices “hábleme usted de lo que es la predestinación en Calvino”
o “cuál es la noción que se desprende de la zarza ardiendo en la
Biblia o de la lucha de Jacob con el ángel”. Ellos, que son más
cristianos que nadie, padecen analfabetismo en todo, y sobre todo en
religión. Totalmente ignorantes.
→ ¿Describió, entonces, Unamuno
bien la sociedad española?
Unamuno
era maravilloso. Era un hombre muy complejo y muy contradictorio.
Todas sus tomas de postura fueron volátiles; sus adhesiones y sus
fobias. Por hablar de su última etapa. No sé si sabéis que cuando
se dio el golpe de estado en el 36 Unamuno -que había estado contra
Primo de Rivera y a quien la República había adorado- se adhirió
inmediatamente al bloque fascista. Llega el 18 de Julio, sale del
casino de Salamanca, en la Plaza Mayor y dice “ahora a por el
faraón del Pardo”. Quería liquidar a don Manuel Azaña. Tras todo
ese despropósito de don Miguel -que es la figura más egregia que
teníamos junto a José Ortega y Gasset- llega el 12 de octubre y, en
un acto que él preside en Salamanca junto al obispo y a un militar,
Millán Astray, que era un legionario, dice viva
la muerte y Unamuno
responde “viva la vida. Ustedes son unas bestias y unos
analfabetos”, mientras lo encañonaban los legionarios. Por eso
tuvo que intervenir la mujer de Franco, para pararlos, porque lo
mataban.
Unamuno era un hombre de un ego enorme.
De hecho, cuentan que don José Ortega y Gasset estaba en su despacho
con alguien y le dijo: “perdone pero tiene que marcharse, que viene
Unamuno y su ego ocupa todo esto”.
→ Ahora vamos a pedirte tres
recomendaciones: un libro, una película y un viaje.
Veamos.
¿Un libro? El Quijote.
¿Una película? El
tercer hombre. En cuanto
al viaje, a cualquier destino siempre que fuera del norte de Italia,
sobre todo la región de los lagos. Ése es un viaje porque algo me
espera allí; algo muy importante. Además, últimamente he vuelto a
leer La cartuja de Parma,
de Stendhal, que transcurre en esa zona y me he quedado otra vez
pasmado.
Si me pedís un viaje que haya hecho,
diría Berlín; me parece una ciudad maravillosa.
→ ¿Esos viajes han nutrido su
experiencia a la hora de escribir?
No
me digas de usted, joder. Todos los sucesos de mi vida, elaborados a
través de la palabra, alimentan mi poesía, como todas las poesías
del mundo. Y también la guerra. Homero hizo a partir de la Guerra de
Troya esa maravilla que es la Ilíada.
→ Es que ahora nos enseñan a no
pensar en el autor.
Eso
es un horror de lo que se llamó el telquelismo,
o la textualidad frente a la biografía. A mí lo que más me
interesa de la literatura es la biografía, y estoy contra el texto
puro y duro. Roland Barthes era un gran crítico, y Maurice Blanchot
probablemente también, y algunos otros telquelistas.
Querían apartar cualquier elemento externo al texto. Yo soy todo lo
contrario. Me gusta mucho el texto y la biografía y la cultura de la
época me lo enriquecen de manera infinita, lo cual las reducciones
semióticas jamás logran. A mí en los 60 me recomendaban leer a los
franceses. No, mire usted, no. Yo soy de la escuela historicista.
Baroja decía que lo que a él le interesaban eran las anécdotas,
igual que Merimée. Pues a mí, lo mismo. Ahora, las anécdotas bien
contadas. Las anécdotas, bien contadas.
→ Has nombrado a Baroja. Yo venía
leyendo a Bolaño.
Bolaño
es uno de los autores que yo he leído con absoluto placer. En prosa
castellana, en los últimos treinta años, mi gran descubrimiento y
mi gran pasión es Bolaño. También, naturalmente, me gusta mucho la
primera etapa de las novelas de Marías. Era muy bueno. Al final, ya
no. Está cansado. Pero en la etapa de los 90 produjo 4 o 5 novelas
de primer orden. Pero Bolaño es muy superior.
→ ¿Y Borges?
Si
me hubieses pedido los tres narradores más grandes de mi lengua yo a
los que amo sobre todo son Cervantes, Valle-Inclán y Borges. Hay
montones de grandísimos escritores que han escrito en nuestra
hermosísima lengua, pero para mí esos tres son lo máximo.
→ ¿Qué relación crees que hay
entre las drogas y la literatura?
Yo
creo que en estado segundo, de alucinación drogada, se ha escrito
parte de la literatura fantástica y visionaria, la que a mí más me
interesa. Está muy bien ponerse en estado de trance; yo me he
puesto, y con muchas cosas. Yo he bebido mucho, he fumado mucho...
salvo la heroína, que me negué radicalmente desde el principio, lo
he probado todo. Hay textos míos que están escritos en estado de
normalidad -si eso existe-, pero rememorando experiencias de estados
segundos. Ahora bien, muchos grandes críticos y escritores no se han
cansado de repetirlo: para escribir hay que estar del todo lúcido.
En ese estado, puedes contar todas las locuras y los descensos a los
infiernos que quieras. Hay algo muy engañoso que a mí me ha
sucedido: cuando estás colocado y bien colocado (por ejemplo con
marihuana o hachís o ácido lisérgico) dices “coño, lo que se me
está ocurriendo” y luego al día siguiente lo lees y dices “vaya
mierda. Pero si esto es una trivialidad y una tontería”. Por eso
hay que tener gran cuidado. Haga usted todos los experimentos, a ser
posible sin riesgo, porque la vida tiene sentido, pero cuando
escriba, escriba a pan y agua.
→ Entonces Baudelaire y Benjamin...
Pero
Baudelaire y Benjamin, por las biografías que conocemos, yo creo que
escribían lúcidos. En los poemas de Baudelaire resuena su condición
de alcohólico y opiómano, pero cuando los escribe hay un control
absoluto. Baudelaire es uno de los escritores más controlados de la
historia de la literatura; de los menos automáticos.
→ ¿Tiene sentido leer poesía
traducida?
Se
ha dicho muchas veces “traduttore,
traditore” (traductor,
traidor). Eso es cierto. Hay un genio en toda literatura, y sobre
todo en la poesía, que es inalcanzable, metafísico, musical,
ontológico, o como quieras llamarlo, que está metido en toda la
estructura de la lengua, en toda su música y su ritmo. Y, sin
embargo, toda la poesía universal ocurre de traslados de unos poetas
a otros, de unos idiomas a otros. No se puede traducir, pero no se ha
hecho otra cosa que traducir poesía. Fijáos en la paradoja.
Yo he leído mucha traducción de poesía
japonesa y me he preguntado: “¿qué quieren decir éstos, si sus
pictogramas son tan bellos como inaccesibles?” Sin embargo, yo creo
que al menos un frescor, una ventolina de los grandes maestros del
haiku nos llega en traducciones.
La influencia de la poesía oriental en
la occidental es importantísima. Ya se sabe que San Juan de la Cruz,
que es la máxima figura de toda la poesía en castellano, estaba
influido por la mística árabe. La influencia de la poesía oriental
en la occidental es inmensa; mayor que la de la occidental en la
oriental.
(Julio
le pregunta por el Libro de Buen Amor)
El
Libro de Buen Amor
es una locura, es una maravilla. Eso no lo lee nadie. Pero me da
igual. Bueno no, no me da igual: me molesta mucho. Por eso cuando yo
he tenido que actuar en colegios de secundaria les digo a los chicos:
“si los profesores os obligan a leer El
Quijote, negaos”. Yo
odio que les pongan a los chicos de doce o trece años El
Quijote. Porque El
Quijote es un libro que
hay que leer a los cincuenta años, y a mí me da mucha lástima y me
produce muchísima congoja que los niñitos odien El
Quijote, y eso tiene que
saberlo un profesor de letras. Se les puede dar un libro de viajes de
Delibes. Se les puede dar un librito de viajes -mejor o peor- de
Cela. Una novelita de Muñoz Molina. Pero Cervantes... a mí no me
ponga usted las manos sobre Cervantes antes de tener 50 años, porque
entonces será cuando usted verá lo que es bueno.
→ ¿Qué te parece el hecho de que
hayan colocado en la que fue la casa de Cervantes, en el barrio de
las letras, una tienda de prótesis?
Irónico,
surrealista. Señores, si ustedes no atienden a este patrimonio... yo
he llevado a mucha gente a ver dónde está enterrado Cervantes.
En
alguno de mis viajes a Inglaterra, he estado en Stratford, y he visto
el culto que tienen a su hombre preclaro, posiblmente el más
preclaro de la escritura universal. Si me dijeran: ¿cuál es el
escritor más grande? Más grande que Dante, más grande que
Homero... para mí es Shakespeare, evidentemente. Pues Cervantes es
de esa categoría. ¿Ustedes han visto, no ya las prótesis, sino el
estado en que tienen aquello? No interesa. No interesa. Hacen grandes
festivales los académicos polvorientos. No interesa. Y además joden
la historia, porque Cervantes es un escritor para adultos, un hombre
de una infinita complejidad, de una infinita riqueza y, si me apuras,
de una infinita tristeza, pese a su lado humorístico. Lo que ocurre
con Cervantes es que respecto a todo el lado bronco que tiene la
literatura española -acordaos de Quevedo y de Valle-Inclán- ofrece
una mirada que no es muy castellana, una mirada muy compasiva.
También puede ser muy duro, pero lo fundamental en él es su piedad.
Y eso no es nada normal en nuestra literatura ni en el carácter
nacional.
→ ¿Piensas que ahora la gente lee?
No
sé si la gente lee. Lo que sí sé, y eso lo suelo contar, es que en
las pocas librerías en las que los libreros saben lo que venden y no
son mercachifles nunca ha habido en castellano unas traducciones tan
solventes como las de hoy. Yo me alimenté en los años 50 de la
colección Universal que hacía Espasa Calpe antes de la Guerra
Civil. Era lamentable. Leer a Dickens o a Faulkner en traducciones
argentinas era una tortura. En estos momentos está a nuestra
disposición toda la literatura universal. Maravillosamente
traducida, prologada, estudiada y anotada. Lo que pasa es que no se
lee. Si a la gente se le ocurre algún día leer se va a la feria del
libro y se compra una novela de un escandinavo que es una historia de
suspense o de novela negra. Eso es lo que la gente compra en estos
momentos: literatura de estación de ferrocarril, de aeropuerto.
Ahora se ha puesto muy de moda, y eso lo han aprovechado los suecos y
los noruegos y los daneses y ahora tendrán un montón de gente en
talleres de hacer thrillers o películas negras a la escandinava. Y
eso es lo que la gente está leyendo, cuando lee, que es poquísimo,
entre otras cosas porque están todo el día metidos en la
televisión. La gente está currando y cuando llega a su casa se pone
en la tele. Sobre todo los varones, que somos muchísimo más
brutos, las mujeres creo que leen algo más. Los varones de 20 a 60
años no leen nada. Ven partidos de fútbol en la televisión, o
noticias, o series, o mierda.
→ ¿Es usted aficionado al fútbol?
Nada.
Odio el fútbol. Odio todos los deportes. Lo siento. Y sobre todo los
deportes multimillonarios, los deportes en los que el señor Messi o
el señor Ronaldo están cobrando cantidades absolutamente
galácticas. Naturalmente esto está utilizado políticamente,
¡bueno! Cuando yo era joven Franco metió a su equipo -que era el
Real Madrid- a través del Bernabeu para entontecer al personal, como
hacían los emperadores romanos: pan y circo. Pues entonces, que yo
creía que estábamos alienados, no era nada comparado con lo que es
hoy. El fútbol en estos momentos, tal como está estructurado (en
retransmisiones, en partidos, en figuras, en sociedades anónimas) es
mucho peor, y va totalmente de la mano con la televisión. Las
empresas multimillonarias del fútbol llegan a acuerdos con las
emisoras para darles exclusivas: es un negociazo absoluto. Con la
literatura esto no pasa, claro. Sin embargo antes, en los años
ochenta, que vosotros no lo conoceréis, en el programa Blanco
y negro adaptaban una
obra del teatro universal (desde Esquilo a Pirandello) con una
dignidad absoluta. ¿Por qué no ponen grandes obras de teatro y
ponen mierda de series americanas sobre hospitales centrales o sobre
mierda puta? ¿Pero qué coño me interesan a mí las historias de un
hospital norteamericano? Durante el franquismo se ponía El
avaro, de Molière, o La
vida es sueño u obras
de Chejov a las nueve de la noche, en prime time. Eso era calidad. La
televisión es el veneno absoluto. Yo no veo jamás la televisión.
→ ¿Qué opinas de Dragó?
Sánchez
Dragó fue íntimo amigo mío, y en un momento determinado
-exactamente en el año 70- se convirtió en el mayor canalla que
existe. Un sinvergüenza absoluto.
→ ¿Son buenas las ediciones
digitales, o sigues recomendando el papel y el libro?
Yo,
la verdad, si los chicos en las tabletas leen, pues bienvenidas sean.
Lo que pasa es que me temo que eso no es así. Os voy a contar una
anécdota. A mí me parece que el máximo escritor vivo, como crítico
de la cultura, es George Steiner. No sé si sabréis quién es. Si no
habéis leído a George Steiner no habéis leído nada. Hay que
empezar leyendo a George Steiner. Sus obras están escritas en inglés
-aunque él es cuatrilingüe-, y están en todas las librerías. Hay
que leer a Steiner porque es el hombre que mejor ha explicado
-después de Eliot y de Octavio Paz, quizá- qué es leer y qué
sentido tienen la lectura y la cultura y el hombre. Tiene ochenta
años y ha estado en universidades de todo el mundo, pero sigue
publicando. Yo soy un gran admirador suyo: para mí es mi dios.
Judío, naturalmente, pero no sionista. En sus libros mete unos
viajes a los comportamientos políticos y estratégicos y militares
del estado de Israel y sus infinitos crímenes contra los palestinos
que lo acreditan como judío totalmente honrado. Ése es George
Steiner. Por favor, leed a George Steiner. En su último libro decía:
“unos colegas míos y yo hicimos una prueba de análisis de riqueza
léxica de los mensajes que intercambian los jovencitos y las
jovencitas en sus soportes digitales. ¿Saben ustedes con qué
cantidad de palabras se manejan? Con setenta.” ¿Van a mejorar algo
la tableta y el móvil? Si siguen mandándose mierda con setenta
palabras estúpidas no. Funcionar con setenta palabras es no vivir.
Naturalmente, la riqueza del mundo radica en el nombre, en el verbo,
en la enunciación. Los chiquitos y las chiquitas no tienen la culpa,
claro. Quienes tienen la culpa son todas las grandes compañías y
los políticos que están completamente arrodillados.
→ ¿Existe una relación entre la
literatura y la pobreza? ¿Existe el genio como tal?
Hay
una cosa que sí existe. Sin duda alguna, en un Shakespeare o un
Valle-Inclán hay algo dado, posiblemente genético que los hace
proclives, curiosos, sensibles a las palabras como no somos los demás
y, naturalmente, inventivos. Si además viven rodeados de un ambiente
cultural muy rico y muy selecto... pero incluso gente que ha tenido
sólo el toque genético pueden llegar a ser grandes genios. Se
conocen grandísimos escritores cuya infancia fue precaria hasta la
limosna. No es mi caso, como no es el de Gloria Fuertes ni el de
Miguel Hernández. En mi casa, por ejemplo, no se pasó hambre nunca,
pero los salarios de mi madre y de mi padre eran absolutamente
minúsculos. Hablo de los años 40, cuando yo me crié.
Con todo, casi todos los escritores han
salido de la clase media, aunque no siempre. En el siglo XVII los que
escribían eran, fundamentalmente, curas o nobles o soldados o gente
de la corte, pero eso cambia radicalmente en los siglos XVIII y XIX,
sobre todo en el XIX, en el que la burguesía hace su revolución y
todos los autores de óperas y de operetas y de novelas son atrapados
por la burguesía, aunque la poesía no les interesa para nada.
Cuando llega el XIX los burgueses dicen lo mío es la ópera, la
novela (Dickens)... y a los poetas que les vayan dando por el culo.
→ ¿Es la poesía, entonces,
necesariamente elitista?
Tuvo
que serlo a partir de un momento, pero no creo que lo haya sido
siempre. No lo fue, por ejemplo, en la época de los juglares, y
quizás en el siglo XVII tampoco tanto. Cuando sí fue radicalmente
elitista y desafiante fue cuando la burguesía en el XIX rechaza a
los poetas y éstos dicen: os vais a enterar. Entonces nacen unos
cifrados absolutamente herméticos que duran hasta hoy. Y esto lleva,
naturalmente, a algunas situaciones desastrosas. Poetas suicidas,
asesinados, enfermos, sifilíticos, arrastrándose por las calles en
la pobreza más absoluta... las dos docenas de genios que montan la
poesía moderna desde el simbolismo llevaron una vida desastrosa.
Quien tampoco lo admitía fue Goethe cuando dijo en su lecho de
muerte: no os preocupéis,
no fui feliz. Ya que
todo hacía pensar que vivía en el esplendor, en el antibaudelaire,
en el antiverlaine,
en el antirimbaud.
→ La Real Academia.
Escuchad
esto de Rubén Darío, que era un poeta genial: y
de las blasfemias / de las academias / líbranos señor. Un
catedrático de universidad al que han metido en la RAE, que a mí no
me interesa nada, se cree un dios. Si tú eres un alumno y no estás
en el grado de servilismo y genuflexión absolutamente miserable que
ellos exigen no eres escuchado. Quien considere que existe una única
lectura de Gracián o de Benet no debería estar dando clase. Aparte:
estar o no estar en la RAE es exactamente igual, porque es un sitio
detestable. Y si empiezas a pasar lista de quiénes van siendo
académicos te quedas absolutamente pasmado, es decir: un señor que
es la negación absoluta de toda literatura y la exaltación de todo
el comercio miserable como es Pérez Reverte. Y ahí lo tienes, en la
RAE. Una señora que no sabe poner una palabra detrás de otra y si
las pone aburre a las vacas como es Soledad Puértolas, ahí la
tienes. Y además firman; firman después de artículos: Rosa
Montero, de la Real Academia Española. Yo me quedo pasmado. Tienen
poder. Tienen poder y nos cagan porque tienen poder.
→ ¿Qué te parece la afiliación de
Heidegger al partido nazi?
Es
una cosa casi inexplicable. ¿Cómo un hombre con la cabeza de Martin
Heidegger pudo caer en esa brutalidad absolutamente primaria del
partido nazi? Pues ahí está. Y hay libros y libros y libros que se
han vuelto tarumbas intentando explicarlo. Marcad en internet, si no.
Ésa es otra muestra de que verdad, belleza y bien no coinciden. El
bien y el mal son categorías para entontecer a la gente. Tienen unas
enormes interacciones en la vida y en el arte, y el que intente
separarlos es un fundamentalista asqueroso. Aunque si alguien dice:
éste es el bien y éste es el mal y hay que estar con el mal... con
ése ya tengo una cierta simpatía. Todo el mundo entraña una
contradicción. Creo que la humanidad está fundada en
contradicciones, es decir, en tropiezos y superaciones. Yo soy muy
dialéctico heraclitiano, hegeliano y marxista. Mi marxismo está
fundado en lo mejor de Marx y, naturalmente abomino de todas las
aplicaciones que los llamados marxistas hicieron de su teoría. Yo no
estoy de acuerdo -aunque en la juventud sí lo estuve- con Lenin, y
mucho menos con Stalin y con Mao. Todos en política te dirán que
son unos ultraliberales, como Mario Vargas Llosa, pero al final los
ultraliberales lo que son es unos hijos de puta y están
absolutamente de acuerdo con todo el capital financiero
internacional. Vargas Llosa es un canalla, y sólo son buenas sus dos
primeras novelas. La
ciudad y los perros me
pareció una obra maestra. Cuando mi hijo cumplió los trece o los
catorce se la recomendé. La
casa verde también me
pareció buena. Pero a partir de Conversaciones
en la catedral, que me
la recomendó una escritora amiga mía, no pude más. Y cuando me
dijeron: no, es que ahora tienes que leer una historia que sucede en
el norte de Brasil, La
Guerra del Fin del Mundo...
dije que no. Yo con Vargas Llosa lo he intentado muchas veces y no me
dice nada. La fiesta del
chivo no la leí. Tiene
una adaptación hecha por un miembro de su clan, que es un clan
absolutamente mafioso, y la película me pareció espantosa, formal y
temáticamente. Y desde luego cada vez que se sube al púlpito de El
País los domingos para
echarnos el sermón neoliberal suelo no leer nada. Acordaos que
cuando las elecciones de noviembre escribió votad
todos a Rosa Díez, y
Rosa Díez está a mil kilómetros a la derecha del señor Aznar y de
la señora Aguirre, que son lo más abyecto del mundo. Pues Marito
decía que la votásemos. A mí el señor Vargas Llosa me parece lo
más reaccionario del mundo en política, y literariamente
inexistente. Una página de Julio Cortázar, no, una línea
de Julio Cortázar para mí vale como toda la obra de Vargas Llosa.
La poesía es algo que está y no está. Vargas Llosa era un
arquitecto, sabía construir, pero no tenía sentido de la poesía.
García Márquez no, García Márquez era un genio, pero ya está
agotado.
→ ¿Es la poesía la base de la
vida?
No.
La poesía es algo que circula en montones de espacios de nuestro
transcurrir, pero no creo que sea la base de la vida. La poesía es
uno de los valores máximos de mi existencia personal en el mundo. Es
esa capacidad de transfiguración, de imantación. Eso es la poesía.
A mí lo que me interesa del mundo es el misterio.
→ ¿Conoció usted a Gonzalo
Torrente Malvido?
Conocí
y traté mucho a “Gonga” (así le llamábamos familia y amigos).
Era un tipo excepcional y un escritor bastante considerable. Fue
acaso, con Oroza, el último bohemio de verdad, como Carrere o Sawa.
Habría que hacer una buena antología de cuentos, que es lo que
mejor hacía.
→ ¿Crees que la música es un arte
superior a la poesía?
Sí,
siempre. No tiene la sujeción semántica que tiene la poesía. El
punto más alto en la sensibilidad es la música.
Ser Beethoven o Brahms o Bach o Weber o
Charlie Parker es la gloria.