lunes, 24 de octubre de 2011

Operación Masacre

Muchos han sido los que trataron de atrapar la esencia teórica de la literatura en ideas engranadas mediante párrafos dentro de un artículo o, más complicado aún, en un libro. Desde principios del siglo XX se produce una explosión en el mundo de la literatura que da lugar a una cantidad de escuelas (Formalismo Ruso, Nueva Crítica, Postestructuralismo, Semiótica, o la incipiente Poética Cognitiva) que tratan de abordar el hecho literario a partir del texto para poder explicarlo y darle un significado que englobe a toda obra. A pesar de que todos ellos enarbolan la bandera del rigor, es curioso ver como en sus estudios se sirven de ejemplos literarios muy concretos para explicar sus postulados, obviando la inmensidad literaria que navega a través del tiempo y el espacio. Cuando un amante de la literatura se ve casi ahogado por tanto academicismo, a veces, encuentra una mano amiga que lo ayuda a volver a respirar: la sencillez.

Rodolfo Walsh, periodista y escritor, vivió de primera mano los sucesos acaecidos durante la dictadura militar que derrocó al peronismo en 1955 en Argentina, y así lo trato de plasmar en "Operación Masacre". En la obra se dibuja a sí mismo como un ser que no toma partido directo con ninguna facción política, dice sólo buscar la justicia y la verdad. Y es esa búsqueda, sin duda, lo que le llevará a formar parte de los 30.000 "desaparecidos" durante la última (1976-1983) de las sucesivas dictaduras militares que se sucedieron durante la segunda mitad de siglo en Argentina.

En "Operación Masacre" nos encontramos con el detallado relato de un pequeño suceso que ocurrió durante un levantamiento peronista que tuvo lugar la noche del 9 de junio de 1956 contra el gobierno de la dictadura. Refugiado en sus relatos policiales y en partidas de ajedrez en un pequeño bar, Walsh trataba de mantenerse al margen de todo el fanatismo que llevaba a unos y otros a matarse salvajemente por sus ideas políticas. Pero su ficticio palacio de paz y tranquilidad se ve destrozado por la información de un pequeño hecho: un grupo de hombres, que poco o nada tenían que ver con el levantamiento, es fusilado en un descampado por los militares, que en ese momento ya ocupaban cargos civiles ya. El periodista despierta de su letargo y se dedica a investigar y rastrear la historia de todos aquellos hombres para descubrir que algunos de ellos siguen aún vivos y, efectivamente, que ninguno de ellos estaba directamente relacionado con el levantamiento. Los hechos, como él dice, son que un grupo de amigos se reúne en una casa a escuchar una pelea de boxeo; se produce el levantamiento; un enajenado comisario de policía con información confusa hace entrar un aparato policial al local, secuestra a todos los hombres que se encuentran allí y se los lleva a un descampado para fusilarlos; algunos escapan; de ellos, los que son de nuevo capturados, son torturados y encarcelados bajo condiciones inhumanas hasta que se vuelven locos. Los resultados de todo esto: ningún policía condenado ya que por el hecho de ser militares pueden apelar a un tribunal militar que los absuelve.

Con este escalofriante relato, plagado de datos verificables así como archivos judiciales que corroboran toda la información, Rodolfo Walsh crea un excelente reportaje periodístico que es también indudablemente una obra de sobrado valor literario, fundando así lo que hoy se conoce como New Journalism -lo sentimos, Capote, llegaste tarde-. Y es en el propio hecho en sí donde encontramos el hecho literario. Lejos del tono impersonal con el que hoy nos cuentan los diarios las miles de muertes que se suceden día a día en las guerras favoritas de la cultura de masas, el verdadero periodista, humano ante todo, nos narra los pensamientos, las historias, las relaciones entre los protagonistas, su faceta humana: aquello que los transforma de un mero número a personas. De entre los casi 4000 muertos que se cuentan durante ese año de la dictadura, Walsh puede representar todo el horror de la verdadera atrocidad del gobierno a partir de un hecho pequeño, insignificante, de esos que pasan ante nuestros ojos sin que los veamos, esos que llevan como protagonistas a gente anónima que poco o nada importa al devenir de los hechos que deciden el futuro de la historia de la humanidad. Y es que la literatura no es sólo fruto de una fórmula aplicada a un grupo de símbolos que simplemente remiten a otro mundo. A veces se encuentra escondida ante nuestros ojos, fluye hacia la propia realidad, oculta bajo la capa que hemos colocado voluntariamente ante ellos para fingir que no vivimos en un mundo que nos lleva dando la espalda desde hace mucho. Por suerte, hay algunos que aún tienen el don de percibirla.

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