lunes, 24 de octubre de 2011

El juguete rabioso

El juguete rabioso... es extraño ver cómo ―dentro de un mismo autor― podemos encontrar una novela anterior en el tiempo que nos guste más que otra, y sería curioso buscar las causas de este raro fenómeno... aunque no pienso dedicar mi tiempo a eso.

Más bien, lo que me apetece es hacer un breve recorrido por los puntos fuertes y débiles que ―para mi gusto― tiene la novela que funda la literatura de Roberto Arlt.

Roberto Arlt es uno de esos autores de los que uno piensa que, en general, podría haberse quedado callado y no haber escrito una palabra. Sin embargo, esto no quita para que en sus libros encontremos algún que otro dato desperdigado que pueda interesarnos. Por ejemplo, en El juguete rabioso, la primera parte ―que guarda (como me hizo ver FulminatoDeMercurio (que por cierto es un compuesto químico del que se habla en el libro)) ciertas similitudes con El Quijote― y la segunda ―que tiene parecidos más que evidentes con El Lazarillo―, sin poner en duda que puedan ser autobiográficas, parecen evidenciar una suerte de imitación de la literatura clásica española. Pero por supuesto, esta imitación es torpe, farragosa, un discurso rengo plagado de arcaísmos que ―supongo― al autor le parecieron geniales en su momento pero que no hacen sino ralentizar la lectura y aburrir al lector.

Sin embargo, en la segunda mitad del libro, esto es, el tercer capítulo y el cuarto, Arlt se zafa ―no del todo, pero algo es algo― de ese lenguaje contra el que no tengo nada pero que él no sabe manejar. Ah, y por cierto, me parece del todo normal que uno no pueda escribir con fluidez en un lenguaje que no es el que utiliza todos los días (y yo espero por el bien de la gente que lo rodeó que Arlt no hablase así demasiado a menudo) a no ser que sea un maestro o que tal lenguaje no se aleje demasiado del suyo propio, es decir, para un español no entrañaría una dificultad insalvable escribir un libro en un tono chileno, por ejemplo, ni viceversa, pero podría volverse loco para escribir un soneto gongorino o imitando el tono del Laberinto de Fortuna. Es decir, no culpo a Arlt por no ser capaz de hacer algo sino por intentarlo.

Volviendo a la segunda parte del libro, aquí encontramos una historia ligeramente más interesante que la de la primera, pero aún así no logra cautivar al lector en ningún momento. Con todo, he de decir que es muy curioso comprobar cómo la prosa va mejorando a la par que los argumentos según nos acercamos al final del libro. ¿Por qué?, cabe preguntarse. Una respuesta posible es que Arlt escribió este libro a lo largo de un periodo relativamente dilatado, y cuando estamos "dando nuestros primeros pasos" en literatura, adquirimos los rudimentos, como decía García Márquez, a pasos agigantados, es decir, que el Arlt del comienzo de El juguete rabioso es un escritor distinto al del final.

Como evaluación general diría que, si quemamos la primera parte del libro y entendemos la segunda como un pasatiempo, es posible que podamos rescatar uno de esos textos que, sin ser realmente interesantes, pueden entretenernos un rato y amenizarnos una tarde de lectura en un parque. Sin embargo, de haberse escrito en la actualidad, es seguro que se habría perdido en el mar de la sobreedición sin más pena o gloria que las hordas de libros absurdamente idénticos que hoy inundan el mercado.

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