jueves, 8 de septiembre de 2011

La ciudad y los perros

En mi opinión, la mayor ventaja que tiene la novela frente al relato es que permite empatizar a lo largo del tiempo con los personajes y hacernos sentir más profundamente cualquier cosa que les pasa. Aunque algunos autores -véase Tolstoi- nos consiguen estremecer con las hazañas de los personajes de sus relatos, no se puede negar que cuando uno puede conocer la historia de los personajes en vez de tener que "intuirla" o "darla por hecho" como en un cuento, la capacidad expresiva de éstos aumenta. Sin embargo, cuando uno elige escribir una novela en la que los protagonistas son niños, obtiene a la vez ventajas y desventajas.

Para empezar, en una novela "de niños" -pero para adultos- todo lo que pasa se suele considerar como un reflejo en miniatura de la realidad que realmente tendría la capacidad de estremecernos, y esto en sí ya tiene dos caras: por una parte, es más fácil describir cada situación, y además todo obtiene un nivel adicional de simbolismo al ser un trasunto de otra realidad, pero no podemos obviar el hecho de que una acción "miniaturizada" jamás podrá sacudirnos del mismo modo que la acción que representa. Así, en La ciudad y los perros no es raro hallar episodios que se supone son de extrema violencia, como se dice en la sinopsis de la edición de Alfaguara, pero que apenas nos causan un escalofrío, como la orgía homosexual en la garita de Paulino, por ejemplo. En general, se nota mucho cuando Vargas Llosa pretende hacernos sentir algo y falla, quiero decir, se nota "el cristal" que hay entre la realidad narrada y nosotros aunque, claro, esto no hace que no sintamos nada ante las escenas representados ni que la novela sea una novela fallida.

Otra desventaja de "trabajar con niños" es que uno tiene que adaptarse a su forma de ver el mundo y de expresar su experiencia lingüísticamente. Esto, por ejemplo, me parece que está bastante bien logrado excepto en el caso del Jaguar, que parece un adulto y cuya madurez no se justifica a través de su historia1.

Hablando del Jaguar, me parece indispensable indicar un par de datos. Para empezar, la estrategia de ocultarnos quién es el protagonista de esa narración que cruza la novela de principio a fin me parece magistral... de lo menos predecible del libro. Por otra parte, la similitud entre el pasado del Jaguar y el presente del Esclavo es demasiado evidente, demasiado forzada, y el intento de aunar esos dos contrastes, de mostrar cómo un ser inocente puede convertirse en una bestia por la necesidad de sobrevivir y de cómo si no se transforma, literalmente, muere, es demasiado obvio, demasiado evidente como para hacer que interioricemos ese cambio.

En cuanto al estilo, al principio no es del todo fácil "captar" a Vargas Llosa, pues la imbricación de recuerdos, sensaciones, frases cortas, e incluso la narración simultánea de varias situaciones hacen compleja la lectura. Sin embargo, de este modo se propicia que nos sumerjamos profundamente en el libro y a veces logremos esa maravillosa sensación de levantar la cabeza y darnos cuenta de que hemos estado dos horas leyendo sin saberlo.

En lo tocante al argumento, que en general me parece bastante predecible, he de señalar un punto que me ha disgustado profundamente. Yo sostengo que, para lograr una buena narración novelística, hay que situarse en el limbo que hay entre el argumento mínimo típico en Chéjov o en Jarama y el puro argumento que hallamos en la novela policiaca, a no ser que se vaya a hacer una novela exclusivamente argumental, experimentar con la ausencia de argumento, o que, como Bolaño, uno sea capaz de deformar el concepto de novela policiaca hasta el extremo en que ya ni se reconozca. Sin embargo, creo que La ciudad y los perros no se puede ubicar en ninguno de esos tres ámbitos, y que, por lo tanto, peca de abusar del motor argumental que genera la muerte del Esclavo. Por supuesto, desde que éste muere ya se sabe que es un pretexto para seguir con la novela, que nunca sabremos con seguridad quién lo mató. Tal vez para quien no perciba este hecho con anterioridad, la novela puede sorprender a este respecto, pero para los que sí lo hagan parecerá una técnica argumental demasiado obvia y simple como para sorprender.

Otro detalle, que no se puede llamar defecto siquiera, es el exceso de protagonismo del Poeta y del Jaguar. No es que eso esté mal, pero si Vargas Llosa se hubiese contenido y no hubiese dado tanto protagonismo al personaje escritor, algo que siempre es tentador, hubiese constituido un sorprendente precedente al pensamiento rizomático y su aplicación en la literatura que luego encontraremos en 2666.

Un pequeño "gazapo" que me ha parecido encontrar y que señalaré con el deseo de equivocarme y que alguien me corrija es que, sabiendo Teresa que el Jaguar es leonciopradino y que el Esclavo y el Poeta lo son también, ¿no es extraño que aquél no sepa nunca nada de la relación que tuvo con éstos, máxime cuando ella hace una referencia a "un chico de Miraflores" que deja claro que estuvo con Alberto?

En fin, me ha parecido una novela buena, que he leído a pesar de que ciertas declaraciones de su autor me echaban para atrás (pero bueno, hay que separar autor y obra, ya sé) y, en general, si me tuviese que quedar con una sola cosa, creo que elegiría la extraña estructura "espiral" que tiene, en que cada episodio -acotado entre saltos de línea- va avanzando como una especie de sucesión 1/x (cuando x->infinito, claro) hacia un centro que no se puede estipular en la novela, y que tal vez sea la muerte del Esclavo o el final físico de la misma, pero siempre rodeándolo sin tocarlo, insinuando la estructura a su alrededor. Con todo lo bueno y malo que he dicho acerca de ella, en balance recomendaría leer esta novela y que cada uno saque sus propias conclusiones.




1. Conste que yo no tengo apenas experiencia con niños, lo único que quiero dejar claro es que a mí personalmente Vargas Llosa sí me ha conseguido engañar, y me ha sumergido en la novela. Es posible que a alguien más avezado en psicología infantil le parezca pueril la forma de representar a los niños, pero yo prefiero hablar sólo de lo que sé.

jueves, 1 de septiembre de 2011

En la carretera


Muchos han catalogado la novela de Jack Kerouac, En la carretera, como una suerte de "biblia". Si atendemos a la concepción de los libros religiosos como armas- numerosos genocidios provocados en la historia bajo el estandarte de libros religiosos hace posible esta triste afirmación- sí es cierto que podría designarse, siempre metafóricamente, de esta manera, al pergamino redactado por Kerouac en apenas veinte días. Sin embargo, si queremos establecer una comparación entre la obra y los libros religiosos creo que sería más acertado tomar como ejemplo la secreta y mística cultura que se atesoraba en los cuerpos, mentes y libros que llenaban los templos budistas del Tibet (en las épocas anteriores a la conquista china, cuando el Dalai-Lama aún no era poco más que un mono de feria o una estrella del rock). Y no sólo por la curiosa influencia que tuvieron estas culturas orientales sobre el autor y los demás beat- Allen Ginsberg se dejó llenar por completo de ellas- sino más bien por las consecuencias que estas "armas cargadas de conocimiento" acarrearon para aquellos que se deleitaron en sus saberes.

Se ha pretendido dejar claro el concepto de destrucción que se deriva de los otros tipos de literatura religiosa, una destrucción al prójimo, con objetivo de conquista. En cambio, los textos budistas, que yacían escondidos en los templos debido a su carácter de sabiduría oculta, crearon el temor entre aquellos que sabían que no podían acceder a esa poderosa arma. El gobierno chino, entonces, exterminó a aquellos monjes, quemó los templos y colocó a sus propios líderes en la cabeza de la religión, desposeyéndola de aquello que la formaba como tal, pero manteniendo el símbolo y la apariencia ante el resto del mundo, ya sin peligro alguno.

Pues bien, volviendo a la obra, Kerouac nos presenta a un pequeño grupo de piratas, de vagabundos, que tan solo busca algo de vida y espíritu humano, que apenas colea, ya perdido en la hiperestructura social que asola al mundo durante el siglo XX. Ello deriva en la imagen de autodestrucción de los personajes a los ojos de la sociedad. Me explico: los personajes se reconocen entre sí como seres llenos de vida, seres admirables; mientras que para los secundarios, aquellos que no compartían su filosofía de vida -incatalogable en un modesto artículo como este-, resultan seres tan ajenos a la realidad que no merecen ni ser tenidos en cuenta. El primer factor que nos indica esto es la eliminación casi total del tiempo para los personajes. Desde la primera página a la última los personajes viajan, viajan y punto, se mueven en un espacio mental en el que el origen y el destino del viaje han desaparecido totalmente. No importa nada más que extraer la Vida de cada momento. Y para conseguirlo han de transformar mentalmente la realidad que les rodea para adecuarla a sus necesidades. Consiguen transformar un mundo ordenado, lleno de posibilidades para prosperar, en algo caótico donde poder sumergirse en un devenir sin rumbo alguno. He aquí una dualidad: mientras que el observador externo percibe a los beat fuera de la realidad, el lector, que escucha sus reflexiones, que les sigue en sus horas de carreteras, puede ver como la posición de los mismos es de una cierta lucha, o una suerte de resistencia, contra la realidad. No obstante se trata de una realidad tan grande, tan poderosa, tan mundial, que no pocas veces se ven arrancados de ese estado onírico que les permitía (sobre todo a través del jazz, la velocidad y las drogas) crear su mundo. Cuando ya parece que han tocado fondo, cuando la esperanza de volver a vivir se ha visto truncada aparentemente para siempre, atada por las férreas cadenas de la sociedad, cuando el gigante mundo parece que ha ganado la partida, encuentran una vía de escape: México. Viajan a otro mundo que se encuentra en un estado mucho más salvaje, donde la propia realidad les ataca a ellos y a sus prejuicios, donde todas las señales que les rodean apuntan a descolocar lo que estaba establecido en sus cabezas. La policía deja de ser un enemigo, son personas con las que se puede tratar, aunque sea mediante el soborno. Las drogas corren libremente, en abundancia y excesiva calidad. No obstante, se puede observar cómo la conquista mundial, poco a poco, se va abriendo paso y ya asoma sus invisibles tentáculos hasta en los mundos opuestos. Se muestra el viaje, pues, como forma de vida. De lucha contra lo establecido. El viaje sin principio ni final, simplemente como el motor de Neal Cassady, que funciona sin parar. Aquí reside el poder de la obra como arma, es un arma de doble filo que hiere mortalmente al que la lee, provocando una destrucción mental que ataca a la concepción del mundo del lector. Una vez nos hemos sumergido en la atemporalidad del viaje en sí, ya jamás volveremos a concebir el mundo como un todo ordenado. Maestralmente, se supone que el perro de un colega de Kerouac se comió la última parte del rollo mecanografiado -creamos en ello-, lo cual elimina cualquier fin posible. Quedamos atrapados en ella para siempre. Suspendidos en la carretera, en un viaje sin principio ni fin. Por ello, recomiendo encarecidamente que nadie lea esta novela, así tan sólo el que realmente quiera hacerlo, lo hará.

Soneto de Garcilaso de la Vega

[Sigo las ediciones de Elias L. Rivers en Castalia cotejándolo con la edición de Clásicos Universales y la edición de Juan Francisco Alcina en Colección Austral. Todas ellas son exactamente como se recoge a continuación en edición modernizada. No se presentan demasiados problemas de edición desde el texto “original”(no he podido dar con una edición facsímil, tomo como base para la ediciónel texto de Anotaciones a Garcilaso, Cátedra) y desde la transcripción de Cátedra, que no moderniza el texto. Los cambios significativos son: los apóstrofos para las sinalefas de los versos en: v9. “[…] parte, ´l breve tiempo mío” y v12. “m´ inclinación”. Las ediciones modernas no toman en cuenta v7. ”I conosco” y modernizan a “y conozco”. Y las variantes textuales que sí se recogen en la edición de las Anotaciones de Herrera v.3 mudarme a dar/ mudarme o dar; v7. I conosco el mejor i el peor, en unas; conozco lo mejor, lo peor. En las anotaciones de El Brocense como paráfrasis de Ovidio: Conozco lo mejor. Además v7. Como se hace notar en las ediciones de Cátedra y Austral “En un antiquísimo de mano se lee: “Y conozco el mejor, y el peor apruebo.””]

Ed. modernizada:

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo,
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
allí por los cabellos soy tornado ;

mas tal estoy que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo,
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado .

Por otra parte, el breve tiempo mío
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío ,
la cierta muerte, fin de tantos años,
me hacen descuidar de mi remedio.


Todos los críticos parecen coincidir que se trata de un soneto temprano, de iniciación, que no posee la madurez propia de la figura de Garcilaso pero sí ciertos relumbres de personalidad del poeta. Ya se han superado las trabas que históricamente tuvo Santillana, por ser una lengua más inmadura, en sus experimentos con la poesía italianizante, pero todavía permanece, en ciertos sentidos, renqueante la mentalidad medieval, diría que la propia voluntad de desligarse es lo que le liga con ella. Luego se hablará de ello. Por lo pronto es de rigor resaltar ciertos caracteres técnicos.

Se trata de un soneto, forma italiana, adoptada por los poetas cultos renacentistas. Utiliza el verso de 11 sílabas, que en español es el verso más largo que se puede dar sin cesuras, en detrimento de los versos de ocho sílabas popular o de las formas cultas anteriores que adoptaron los versos de doce o catorce, según autores, que, en este caso sí, formados por dos hemistiquios de 6 ó 7 sílabas.

De los versos de once sílabas se ha de decir que mantienen un ritmo, uno ciertamente hermoso, que se puede clasificar según dónde caigan los golpes de voz en el mismo. En este caso son versos heroicos, acentuados en la sexta y décima sílaba (vid. Lázaro Carreter, 1980). Todos exceptuando el primer verso del segundo cuarteto “mas tal estoy, que con la muerte al lado”, que se trata de un verso italiano con acentos en cuarta, octava y décima. Además notamos que en los versos doceno y treceno el verso heroico que predomina en el soneto tampoco se deja ver de manera clara. En mi opinión verso 12: “mi inclinación, con quien ya no poro” acentuado en cuarta, séptima y décima se trataría de un verso de gaita gallega (Lázaro Carreter), en ningún caso un verso heroico. El verso treceno “la cierta muerte, fin de tantos daños” hablaríamos de un verso italiano de nuevo. De tal manera que vemos heterogeneidad en los ritmos, cosa prácticamente imperceptible al lector, por tanto, en cierto modo irrelevante.
Analicémoslo por partes. De momento el primer cuarteto. “Por ásperos caminos he llegado”. Nótese que caminos se presenta como forma plural, hay un cambio, quizá para formar una sutil aliteración, con su calificativo ásperos, y desde luego conforma un cambio de significado del medieval de Manrique:

Este mundo es el camino
para el otro que es morada”

Garcilaso fomenta este tópico, tan manido desde la Biblia, pero añade un leve cambio haciéndolo en plural. Los caminos, al ser múltiples, se fundan en la elección de la persona. Ver los versos en este mismo soneto que habla del tiempo su vida y sus años. El tiempo se considera propiedad de la individualidad del poeta, cambio significativo en la mentalidad nueva, así de este modo, cuando al final del poema claudique “m` inclinación, con quien ya no porfío”, en vez de intentar mudarse, esta insinuada posesión de tiempo y libertad por la que el poeta hace bandera se hace mucho más dolorosa al ser simplemente una breve ilusión de victoria. Es imposible no notar la estructura del primer cuarteto en el que los cuatro versos se cierran con un verbo que por fuerza han de querer decir algo. Vemos que son: llegado, (no me) muevo, pruebo y tornado. De clara estructura circular en la que se arriba, se teme, por medio de un acto de libertad, espontáneamente, uno se revela mediante un movimiento voluntario y la fuerza mayor nos torna de nuevo al estadio primero. Se me ocurre pensar que esta es la estructura de cualquier mito de la antigüedad en los que un estado primero es alterado y algo o alguno lo torna de nuevo a su origen. Este algo o alguien suele ser un ser sobrenatural, que supera la fuerza de los hombres siempre. Claro que si hablamos de Renacimiento es de rigor hablar de raíces, y aunque no sea todavía tiempo de esplendor garcilasiano (que es su etapa más madura) se ve que intenta abandonar la bella Edad Media para instaurar el nuevo nacimiento. De hecho sí que se encuentran influencias de los autores clásicos como notó Herrera, y el Brocense y los eruditos de todas las épocas que se han dedicado al poeta Garcilaso. 

De tal modo que el primer cuarteto, de fácil comprensión, el poeta se siente atorado por la presencia de la muerte que todavía no se ha realizado de forma plástica o se ha materializado pero que la siente como una fuerza mayor que le hace actuar fuera de la libertad propia que el mismo se atribuye.

Es en el segundo cuarteto cuando ello sucede. La muerte se hace explícita, ya no es una experiencia de consecuencia sin causa como aparecía en el primer cuarteto. Ahora ya la muerte se nombra, se hace palabra. Además vemos una tensión entre los conceptos muerte-vida en el que, hasta ahora, el segundo se adelanta con creces, ya que la palabra muerte sólo la dice el vivo. Apuntan aquí la mayoría de editores paráfrasis desde Petrarca, en su Canzionere: “ché co la morte a lato/cerco del viver mio novo consiglio;/ e veggio ´l meglio, ed al pegior m ´appligio”.

Con la muerte al lado busca consejo, rumbo, orientación, camino… De nuevo, busca otras formas, pero no de acción, sino de redención. En estructura evolutiva del yo poético, después de verse en la absoluta quietud del terror por la muerte, ahora busca un movimiento introspectivo se pregunta las causas de su estado. Encontramos de nuevo tensión entre elementos peor-mejor. Este verso, que en principio parece sencillo, ha provocado mucha divergencia crítica debido a sus problemas al editarlo. En las Anotaciones de Herrera del verso i conosco […] se dice que está tomado de Ovidio, Libro 7, y alude a un sentimiento que diverge entre la razón y el sentimiento concupiscible. En otras ediciones se habla de reminiscencias de Petrarca, aunque ello tampoco es demasiado relevante para este texto. Lo que sí debería serlo es el hecho de estar hablando Garcilaso de un sentimiento lascivo que le hace sentir despechado de la propia vida siendo su única ocupación la redención de esos pecados tan concretos. Hasta qué punto podemos aventurar esa interpretación. En mi opinión no sólo es irrelevante el hecho de que sean unos pecados u otros, sino que, en una interpretación más universal, digamos, que abarca quizá más la condición humana, lo que se está contando puede que sea lo que esa angustia de la muerte provoca. La muerte real, la muerte explícita, el sentimiento de perdurabilidad produce esa angustia silenciosa. El yo de Gracilaso, ante la invulnerabilidad de la cierta muerte como cosa externa se mira a sí mismo, se cuestiona y se implica como causante de su propia desgracia intentando darse una razón que, al ser imposible encontrarla externamente, se busca de manera intrínseca. Personalmente me recuerda a la primera de las tres partes de las coplas de Manrique. Si tomamos lo anterior como posible, al menos, encontramos un avance respecto al gran poeta del siglo XV, es decir, hacer de un supuesto sentimiento, a todas miras mentiroso, basado en un tópico, en un “lo que debe de ser”, pero con la misma presencia de esa muerte o ese sentimiento de terror hacia lo desconocido casi religioso con el mismo concepto materializado en el poema. Del mismo modo que hasta la tercera parte de sus coplas Manrique no se muestra sincero, no presenta más que una serie de imágenes arquetípicas, aquí Garcilaso muestra esa serie de tópicos con el tema de lo que se está hablando perfectamente presente. Me parece un avance muy agudo por parte de nuestro poeta, igual de mentiroso, pero ciertamente más efectivo. En los dos casos el yo poético es el famoso yo actor, palabra muy reveladora en este caso que le debemos a Santillana en este contexto, por lo que significa para un lector de nuestra época. Un yo que ya labró Juan Ruiz y que ha suscitado las más inverosímiles interpretaciones traviesas de críticos que se sonrojaban al pensar que fuera un yo real, personal.

Volviendo al tema, y siguiendo a través del poema encontramos lo siguiente, que ciertamente descoloca al lector: v8. “O por costumbre mala o por mi hado.” Es en mi humilde opinión cuando Garcilaso se revela como un poeta que todavía arrastra tradición pasada. En este verso se dan dos opciones, aunque no se elige ninguna, está dudando sobre la causa de su presente miedo pero tristemente lo atribuye al destino, al hado. El término se define como divinidad o fuerza que obraba irresistiblemente sobre las demás divinidades, hombres y sucesos (R.A.E.). Además estos mismos la definen desde un punto de vista pagano y otro cristiano que vienen a decir lo mismo, destino, sucesión de sucesos provocados, por causas y efectos o por acción de la providencia. Me es, por supuesto, irrelevante si se le da una definición pagana o cristiana. Lo que hace pensar a cualquier lector es, ¿por qué se alude a la providencia o al destino como causa del destino y se le añade un posesivo a los términos vida y tiempo? Es ciertamente una contradicción. Pero volvamos a la interpretación anterior. Dejo a parte que mala costumbre y hado funcionan como contraposición de elementos opuestos, creando una leve tensión como hasta ahora a lo largo del poema.

Pero quizá, nombrar al destino no sea aleatorio teniendo en cuenta que el yo del poeta está cuestionando de manera introspectiva los derroteros de su existencia y la causa final de su estado. Estaría, podemos aventurar, aludiendo de nuevo a la condición humana en su forma más irracional, que se basa en una posición de inferioridad del hombre respecto a algo que en cierto sentido elude cualquier responsabilidad. Al contraponer ello con su libertad está actuando de manera ciertamente reveladora y sobre todo muy humana. La mentira está funcionando.
Ello, claro es una visión actual, teniendo en cuanta en el marco en que se escribe. Pero veamos lo que dice Herrera sobre la costumbre:

I así Oracio, en la Sátira 3 del Libro […], la llama costumbre mala, i [..] dice:
…nam morem fecerat usus.
porque y´avía hecho costumbre ´l uso.
Lo cual es de Aristóteles , que dice en la Retórica que lo que es acostumbrado es como nacido en el ombre porque la costumbre es semejante a la naturaleza i esta ya es ábito produzido del largo tiempo[…]. I d´ esta costumbre, que es la mesma que Garci Lasso condena […].
 
Y tal fue lo que comprendió Herrera. La costumbre se convierte en naturaleza y la naturaleza es ineludible. Tal que Garcilaso estaría, siendo esto tenido que tomar por cierto por ser términos filosóficos que personalmente conozco muy superficialmente, no contraponiendo términos sino dando los dos por hecho como sucesos y sí, condenándolos, lo que nosotros aquí hemos llamado lamentándolos, temiéndolos incluso.

Hasta ahí los dos cuartetos, intentemos ahora estructurar los dos tercetos restantes. Comienza con un “Por otra parte”, lo que nos indica que va a haber un cambio de actitud del yo ante la problemática. A demás, cosa curiosa, se produce un cambio en el ritmo del verso, y sólo en este verso número 9. Cambia del heroico al italiano. Puede que sea simple casualidad ya que el ritmo de las oraciones es una cosa natural en los hablantes, pero no deja de ser curioso elucubrar qué provocó qué… Desde luego que este es un punto de inflexión, como lo solía ser en todos o la mayoría de sonetos en los que los tercetos finales ayudan a enfatizar o renegar de lo dicho anteriormente. En este caso Garcilaso los utiliza para claudicar. Intentemos demostrar esto.

Los dos tercetos de este soneto poseen una estructura a parte de característicamente renacentista, muy madura que más tarde será la más apreciada cualidad del poeta: la mesura, el equilibrio. Vemos que todos los elementos los rige un verbo en el último verso hacen. Y orquesta y por este orden a: tiempo, proceso, inclinación y muerte. Recordemos el primer cuarteto que estructuraba también cuatro elementos, cuatro verbos en aquel caso: llegado, (no me) muevo, pruebo y tornado. Huelga decir que ello no es casualidad y sí definidor de la poesía garcilasiana y podemos ver estructuras parecidas, también de 4 elementos, por ejemplo en el soneto XXIII, en el que, y muy sucintamente, se estructura el poema alrededor de las partes del cuerpo de una mujer (el gesto, el mirar, el cabello, y el cuello) de los que se “describen” o se poetiza sobre ellos en los cuartetos y es en los tercetos en los que ponen en frente de otro tópico: las estaciones del año como edades del hombre instando al gozo y al placer. Y volviendo a nuestro soneto, más frío, quizá más calculado que otros que le superan en belleza estética, el poeta ha de cerrar lo que ha comenzado. Ya no se lamenta el poeta con afán sustitutivo, acepta sus inclinaciones sus errados pasos, su condición humana. A los cuatro elementos además se les da una y sólo una característica definidora: tiempo: breve, proceso: errado, inclinación: (con quien ya no porfío) ¿rendida?, muerte: cierta.

Igual que durante el primer cuarteto describía un círculo, en este caso se percibe un declive hacia la muerte. Si el círculo es la representación de lo sobrenatural de lo mítico la línea descendente es la poetización de lo humano. La cierta muerte de la que antes hablábamos ha hecho efecto, le ha hecho rendirse en su introspectiva. Diría que la muerte es la única causa de la muerte. Es por ella por la que preguntas y ella es la respuesta, es causa y es consecuencia.
“Me hacen descuidar de mi remedio”. Se rinde, pero miente.

Es irrefutable el hecho que Garcilaso sea padre del Siglo de Oro. Recuerda mucho a aquellos posteriores y lapidarios versos finales de Góngora o Sor Juana.

* * *

En definitiva, aun no siendo ni muchísimo menos de las mejores composiciones del poeta Garcilaso, es clarísimo que revela una muestra de personalidad que le perseguirá, por suerte, durante toda su obra. Aún le falta colorido, los tonos suaves y equilibrados que más tarde utilizará como sello, continua con las figuras arquetípicas (“primer principio”, “conozco el mejor y el peor apruebo”,…) que luego tomaron como dogma los poetas posteriores pero sin duda en una obra tan temprana como esta ya relumbra los rasgos de la personalidad de un hombre que pasaría a la historia de la poesía. Sin embargo no le falta mesura ni contención. Es un soneto frío, en cierto sentido falso pero no exento de complejas estructuras interna y externa. He mencionado lo mentiroso del texto, cierto es, y lo sigo pensando, pero no me cabe duda que debajo de estos sonetos más experimentales se estaba fraguando la personalidad que le llevaría a la cumbre al poeta renacentista por excelencia.